Carlos Díaz N.'s profile

Sobras y mierda para tragar

Av. Insurgentes Norte esquina Nápoles.
Colonia Juárez, CDMX.

...él estaba frente a mí. Al otro lado de la calle, descalzo y de pié. Sostenía en sus manos una cartulina con la leyenda "SOBRAS Y MIERDA PARA TRAGAR". Unos segundos después de leerla levanté la mirada y nos miramos, como una cortesía. En su mirada percibí una descarga de energía, la digna y contundente rabia de quien sostiene una cartulina en la calle, descalzo, con la mirada firme, sin temor, con el temple de concreto y sus propias palabras en las manos. Uno más de los nadies del maestro Galeano y su mensaje era un golpe rabioso y duro a la vista. En el fondo no sabes si lo que estás leyendo frente a tí es sólo una protesta, o si te lo está pidiendo, o si te lo está ofreciendo o si te lo está exigiendo pero solo hay algo es seguro: te lo está escupiendo directamente en la cara. Leerlo te hace tragar saliva. La cartulina y su leyenda causaban una molestia social a la que muchos trataban de ignorar, sin lograrlo.

Aquellos quienes transitaran por ese crucero estaban destinados a concentrar magnéticamente la atención en Su majestad. Entres las risas de las mujeres policía husmeando desde la plataforma de la estación del Metrobus Hamburgo al otro lado de la calle, o las personas transitando a pié, o los pasajeros de los vehículos atorados por el tráfico en cada luz roja del semáforo. Todas las personas cercanas a ese punto en cualquier dirección a la redonda admiraban la ejecución de un acto performance callejero contundente. 

El semáforo cambió y seguí mi camino pensando como mierda no ser indiferente ante aquel escenario. Llegué a la cafetería Candy. Era temprano todavíaDespués de varias visitas en que llegaba tarde por la noche e insistir al dueño por un café, hemos desarrollado una suerte de amistad. Al entrar mientras preparaba una crepa de fresas me miró y dijo ¿el café de siempre? Si. Americano?. No, Expresso. Ah si, doble cierto?. Si por favor y sabes que? vamos a agregar una baguette de pollo o algo rico y un moccha también para llevar. Bueno no, mejor que no sea baguette, que sea un pan dulce de éstos que tienes acá.

Esperé los alimentos mientras pensaba en regresar pero, que le diría al acercarme?; pensaba como iba a sostener en las manos todas las pendejadas que había comprado, en como iba a llegar caminando hasta él sin que Mogwai me tirara el café accidentalmente de las manos en caso de algún jaloneo de euforia inesperada; pensaba también en como la controlaría en caso de que -como ha hecho últimamente con algunas personas- pudiera ladrarle. Recibí el pedido y salí de la cafetería, caminé hacia la esquina y al llegar estaba sentado en la banqueta, con el poste de luz como respaldo y las piernas abajo de la banqueta sobre el arrollo vehicular. Me agaché junto a él y le dije: Jefe, buenas noches, le traje un café y un pan. Para que se aliviane ¿Está bien?.

El miró mis manos. Mogwai se estiró hasta alcanzar sus piernas y comenzó a olfatearle con tranquilidad. Levantó la mirada, bajó su cartulina y extendió los brazos hacia mí. Nada de lo que había pensado que podría pasar sucedió. 
Si, está bien, gracias. -respondió- Y recibió el paquete de mis manos. Estiré mis brazos con los alimentos, le pedí que los disfrutara y estaba por levantarme cuando me dijo: Oye pero antes de que te vayas ¿quieres que te diga un poema?, yo mismo los escribo. Claro, me encantaría escucharlo -le respondí-. Y comenzó a recitar un poema, sentado ahí a pié de calle. Su voz, a través del cubrebocas, parecía una voz en off. Después se retiró un poco el cubrebocas del rostro y su voz pasó a sonido estereo. Y entonces con su poema me llevó a pasear por todos los rincones de la gran Ciudad de México, a recorrerla en vagones del metro y a caminar desde Iztapalapa hasta el barrio de Cuautepec. Yo me senté en el poste de teléfono junto a él. Mogwai se acostó junto a mi y ambos le escuchamos profundamente. Recitó varios poemas y al terminar de recitar, guardó un silencio breve con el café caliente en las manos, me miró de nuevo y preguntó ¿y tú de por donde eres? porque tengo poemas de todos los lugares donde he estado. Sacó de su mochila un cuaderno y me mostró su trabajo. "TOMA LA VIDA CON ATENCIÓN Y APRECIO" se leía en alguna página. 

Poemas inclasificables de casi cualquier cosa, desde tlachiqueros hasta la muerte misma. Era un cuaderno desbordante de poesía. Y de pronto me preguntó: ¿Tu conoces Zacatecas? Si -le respondí-. Ah pues hay un pueblo por ahí, en Zacatecas, y entonces un día yo iba caminando por ese pueblo y unas hadas comenzaron a hablarme y me dijeron que yo siempre viviría en la pobreza pero que a cambio yo había recibido el "Don" de escribir poesía y que como yo no conocería más que vivir en la pobreza era mi deber utilizar mi "Don" para escribir poesía en donde sea que estuviera. Desde entonces escribo de todo en este cuaderno, hago poesía de los lugares a donde vaya, escribo todo lo que se desborda en mi cabeza y a ti te voy a compartir hoy, unas reflexiones de sabiduría, mira, escucha: "LOS MALOS RATOS NUNCA VAN A TERMINAR, HASTA EL DÍA EN QUE TE LLEVEN A SEPULTAR".

No mi amigo, tú estás hablando con el mejor poeta de la Ciudad de México. Así que gracias por compartir este café y este pan. Gracias a ti por compartirme esta poesía. Nos levantamos. Su majestad poeta se colocó unas sandalias y mientras se colocaba la mochila me dijo: mira, yo siempre "pido" en esta esquina, vivo en la calle y no tengo teléfono pero si quieres aquí me encuentras. Así será!. Buena noche. Chocamos puños, dió la vuelta, caminó hacia las sombras y se perdió a la vuelta de la esquina.
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